Letty es una joven y bella madrastra. La relación con su hijastro siempre ha sido muy buena y amena, pero últimamente desde que el chico se ha desarrollado, la ha comenzado a mirar de una forma bastante distinta a la habitual. Letty está cansada de la rutina del matrimonio, y la falta de atención de su esposo. Los cruces de miradas y coqueteo con su hijastro, le devuelven aquellas olvidadas sensaciones de las mariposas revoloteando por su vientre, y la hacen sentir especial, joven y hermosa. Algo que hace demasiado tiempo no sentía. Letty sabe que lo que le estaba pasando era muy inapropiado, y que tal vez sin darse cuenta se estaba sintiendo atraída por su hijastro. Entendía que esto estaba muy mal, y seguramente nadie lo comprendería y sería condenado por todos. Ella necesita contener sus impulsos, y distraer su mente con algo productivo. Así que se decide, en medio de la noche, poner su dedicación en comportarse como una buena ama de casa, y hornear una torta de manzana con leche condensada para el desayuno de su hijastro. Lo que ella no esperaba, era que, en medio de su preparación, apareciese su hijastro en la cocina, queriendo comer algo, y luciendo únicamente su ropa interior. Al verlo, casi desnudo, ella no pudo evitar ponerse cachonda y comenzar a coquetearle. Y como el pastel aún estaba en el horno, y el chico venía buscando algún bocadillo, ella solo se deja llevar por sus propios impulsos, y termina por romper sus inhibiciones, y le ofrece un peligroso, atrevido, y exclusivo plato casero de leche condensada, para beber directo de sus propias tetas. El chico no duda un segundo y se pone amamantar de la dulce leche. Mamá le demostrará, por qué es la mejor madre que él pudo haber deseado. Y que ella también es la mejor tomando leche, y no precisamente esa leche condensada. Si no, toda aquella leche que el joven pueda producir y acumular en sus bolas únicamente para ella
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