Este chico tiene una obsesión enfermiza con su madrastra, la Sra Leilani, a quien él gusta llamarla continuamente por “Mamá”. Su obsesión por ella, lo ha llevado, a en reiteradas ocasiones, intentar estar a solas con ella. Pero Leilani, es una mujer madura y muy centrada, y solo ve a su hijastro como un joven inmaduro y pervertido.
En la tarde de hoy, el chico llega a casa, y descubre que su madrastra está en la ducha. Este era el momento que él tanto esperaba. Así que sube al cuarto de su madre, y la espera a que salga de la ducha para vestirse. Sin embargo, Leilani, lo ve recostado en su cama, y no le presta ninguna atención, ya que sabe que el joven siempre tiene actitudes extrañas hacía con ella. Lo que nunca esperó Mamá, era que el chico comenzaría a masturbarse ahí mismo en la cama. Ella reacciona enojada, no podía creer lo que estaba haciendo. El chico intenta tranquilizarla, diciéndole que él solo estaba masajeando el músculo de su pierna, ya que estaba tensionado, y que únicamente necesitaba un masaje, y que, si ella le ayudaba con eso, a quitarle el dolor, rápidamente se iría de su cuarto para dejarla vestirse tranquila. Ella accede, pero sospecha que las intenciones tal vez no eran sinceras. Comienza a hacer el masaje a la altura del muslo interno, pero la verga del chico comienza a pararse ante sus ojos. Ella jamás había visto una verga tan grande, e incluso ya ni recordaba la última vez que vio una verga de verdad.
El chico sabía que Mamá ya había fijado los ojos en su verga, y que seguramente estaba babeándose por al menos tocarla. Así que él, le pide a ella que al menos le dé una pequeña caricia. Pero lo que comienza como una probadita, una vez que toca la verga del chico, despierta él ella un apetito incontrolable, que termina por romper las inhibiciones, llevándole a hacer una espectacular mamada. Mamá se entrega a sus propios deseos insatisfechos, y siente que, tal vez, aún es lo suficientemente mujer para soportar la enorme verga de su hijo dentro de ella, aunque eso signifique que le desgarre su concha. El chico no pierde la oportunidad, y cuando ella está en posición, le mete la verga hasta el fondo una y otra vez, haciéndola gritar y gemir como la más perra. Ella se vendrá una y otra vez en la verga del chico. Hasta que él cumpla su mórbida fantasía, de hacerle tomar hasta la última gota de su leche
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