Amanda, una mujer que, a sus 50 años, está pasando por un momento muy difícil en su vida. Su esposo la acaba de abandonar por una mujer más joven, llevándose todo su capital y dejándola la ruina económica. Ella ha caído en un pozo de depresión y soledad emocional, mientras ha quedado a cargo de su hijastro, con la ardua tarea de obtener dinero para la renta y alimentos. Por ello, ha conseguido un trabajo de limpieza en la residencia de los Geenwood. Pero la Sra. Geenwood hace que el ambiente de trabajo sea humillante y agotador, mientras que además debe soportar a su caprichoso hijo Chad, un niño mimado, que al parecer tiene una fijación con acosar a las mucamas. Hoy fue a su trabajo, pero los Sres. Geenwood no estaban en casa, por eso en ausencia de sus padres, Chad aprovecha para acosar a Amanda. Ella sabe que no puede contar esto, porque sería despedida, sí que trato de lidiar con el chico retándolo, como si se tratase de su propio hijastro, y lo manda a su dormitorio. Toda esta situación deja agotada a Amanda, que cansada finalmente llega a casa, donde la recibe su hijastro. Él la ve triste, y la quiere animar, así que la invita a salir a cenar. Pero mamá sabe de los problemas económicos, y le propone quedarse en la cama para compartir una peli. Su hijo accede, y se van al dormitorio. Mamá está algo tensionada y tiene algunos dolores musculares. Su hijo siente que unos masajes pueden ayudarla, así que comienza con unos masajes de hombros muy relajantes. Pero los masajes transportan a mamá al momento en que el Chad la acosaba. Aunque era un comportamiento despreciable por parte de Chad, en ese momento ella al menos se sintió deseada por alguien, y finalmente luego de tantos años, que un chico la haya tocado activó sus deseos de mujer. Su mente estaba colgada en esa fantasía con Chad acosándola. Pero cuando, de repente, vuelve de esa fantasía, se encontraba con su hijo mientras le tocaba sus tetas. Ella se exalta, era una situación incómoda y perturbadora y rara. Su hijo le dice que ella había accedido a eso y él solo actuaba en consecuencia. Amanda no recuerda lo que sucedió en ese momento. Ella pide perdón, ya que su mente estaba fallando. Pero su hijo le dice que él lo estaba disfrutando, que en realidad el ama desde que se casó con su padre, y que, aunque sea su hijastro, él es capaz hacerla feliz, y darle todo lo que ella necesita, que solo debe dejarse llevar. Mamá, comienza a ceder a sus deseos insatisfechos, mientras que sus necesidades de sentirse mujer se manifiestan. Ella duda en entregarse a su hijo, pero poco a poco, se ve envuelta en una escena ardiente de pasión y deseo. Mamá realmente había reprimido sus deseos sexuales por años, y ahora parece incontrolable y voraz, y solo desea disfrutar de la verga, y venirse una y otra vez sobre su hijo
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