Llaman de la escuela a mamá, para avisarle de un incidente, nuevamente el chico se eyaculó en medio de la clase. Ahora, en casa, mamá lo regaña por haberla avergonzado de esa manera, volviendo a tirar su semilla, incumpliendo la palabra de Dios. El chico pide perdón a ella y a Dios, y se ponen a rezar. Luego de ello, mamá le pregunta por qué motivo no acudió a ella de nuevo. El chico le explica que no lo hizo porque pensó que podría soportarlo, pero tuvo nuevamente un accidente. Mamá le dice que, tal vez, la solución sería si él recibe al menos unas pequeñas clases sobre sexualidad práctica de su madre, y que si él le permite, ella podría frotar con su concha su verga hasta hacer que él se venga, y volver a tragar su semilla como la última vez. Pero el chico se resiste diciendo que eso sería muy malo y Dios posiblemente no lo apruebe. Mamá le explica que Dios dice que no se debe derramar la semilla, y eyacular en clase es inapropiado y es la voluntad del Señor. El chico con algo de duda accede. Así que mamá levanta el vestido para comenzar a moverse de atrás hacia delante, frotando su verga con los cálidos y húmedos labios de su concha. Pero al cambiar de posición, mamá quedó de espaldas, y esos movimientos estaban poniendo al límite a su hijo. En un mal movimiento, justo en momento que el chico estaba por venirse, accidentalmente, le mete toda su verga hasta lo más profundo de la concha su madre, dejándosela bien llena de leche. Alterada por lo sucedido, mamá comienza a regañarlo por lo estúpido e inapropiado haber hecho eso, pero solo había sido un accidente lamentable
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